Da igual que seas funcionario, diseñadora, profesor, músico, limpiador o arquitecta. Después de dos meses de confinamiento creo que todos nos sentimos ya como si la cabeza estuviera llenita de cemento.
Personalmente es como si llevara una carga de ansias encima que no sé qué hacer con ellas. Me impresiona la cantidad de personas que están sacando fuerzas de no sé dónde para hacer rutinas de yoga, miles de recetas que explicar y mini-cursos en Instagram. Porque luego hablo con mi familia y amigos y aquí nadie tiene ganas de hacer absolutamente nada.
A mí lo que me pasa es que me siento día tras día frente a mi ordenador y pasan las horas sin que haga nada realmente productivo. Salto de una tarea a otra y no finalizo ninguna. Pierdo la concentración tan rápido como ha echo mención de aparecer. Lo que al principio me parece una buena idea a desarrollar a las dos horas me parece que he estado perdiendo el tiempo (aunque esto ya me pasaba antes del confinamiento Covid). Me imagino como si tuviera un gran pájaro negro encima que no me deja levantar cabeza, ¿también os está pasando a vosotros?
Curiosamente, no me está pasando lo mismo cuando me enfrento al papel. Hacía mucho, mucho tiempo que no pintaba ‘en serio’ para mí, y este encierro me ha ayudado a centrarme en eso (aunque los lienzos que compré siguen apoyados contra la pared, en blanco. Es curioso como la calidad y el tamaño del soporte afecta a mi atrevimiento). Las ideas están fluyendo más libremente y me está costando menos encontrar inspiración e imágenes que me motiven. Y es tan rara esa sensación, que una parte de tu cabeza esté totalmente negada para ciertas tareas mientras la otra toma el control dejándote paso a ser más libre. Y qué queréis que os diga, a mí me apetece dejarme llevar por ese otro yo más desatado.
Y es que lo que creo es que el confinamiento nos ha hecho darnos cuenta de lo importante que es invertir tiempo en nosotros. No estoy hablando de ser individualista (que desgraciadamente cada vez lo somos más), si no en que aprendamos a focalizar de vez en cuando nuestras fuerzas en nuestro propio bienestar. Siempre andamos corriendo pensando que nuestras tareas son tan importantes e irremplazables, que cuando toca parar una se queda tan confusa. Creo que lo que nos ha pasado a todos es que hemos entrado en una especie de bucle o torbellino de inseguridad, monotonía, tedio y desagrado.
Lo que vengo a deciros hoy es que está BIEN parar y no hacer nada. Está BIEN dejar pasar las horas sin propósito alguno. Está BIEN estar bloqueada y sentir que no fluyes. Porque también nos tienen que gustar los pájaros negros. Y cuando por fin éste se vaya volando, verás que puedes llegar a tener grandísimas ideas.