En ningún caso es bueno empezar un discurso con una disculpa. Siento hacerlo de primeras y de esta manera pero el asunto puede ser muy sensible para los amantes de los vaqueros. Me veo obligado a disculparme porque hablar en tan pocas palabras sobre un producto tan histórico y relevante me parece una osadía. En fin, vayamos a ello.
Lo cierto es que mi primera relación con un Denim fue como siempre de manera inesperada. Estaba haciendo unas prácticas universitarias de verano en Bruselas. Un día paseando por ella encontré una pequeña tienda de ropa. Tímidamente entré, observé y encontré. Encontré unos vaqueros con un gramaje especial (unas 11 onzas) y de color azul marino serio. Era como lo de siempre pero en bueno, en mejor. Vamos eran unos Denim (que aún conservo y esto era en 2008).
Este punto fue el inicio de una relación con un producto que me ha invalidado la compra de muchos de ellos a lo largo de estos años.

Empecé a investigar y pasar horas en internet leyendo y documentándome. La gente que me conoce de verdad, sabe que esa es la fase de la compra en la que más disfruto. ¿Masoquismo? Quizá. Hasta que no encuentro un punto sólido de referencia lo paso mal pero, una vez llego al conocimiento, me encanta, es como aprobar con nota la asignatura que te gusta (ocurre pocas veces en la vida).
Lo primero que entendí es el origen de la palabra Denim. Nace de la composición en “serge de nim”. Pero esto hace referencia al tipo de tejido, no al producto acabado (siendo estrictos). La tela se utilizaba para hacer tiendas de campaña, lonas de carruajes, etc…

Para no aburrir al lector, me saltaré dos o tres pasos para llegar al momento crítico en el que un tal Levi Strauss (emigrante Bávaro en California) conoce al sastre que le propone el negocio perfecto. Inventar un pantalón resistente, con tejido denim y con remaches de cobre en sus puntos de tensión. Así nació el jean, el vaquero de toda la vida. Esto ocurrió en 1872.
Me impresiona imaginar y ver las fotografías de esa sociedad estadounidense que era mucho más rural y salvaje que la vieja y civilizada Europa. Reglas existían pocas, oportunidades muchas y un mercado totalmente desregulado que ofrecía todos los ingredientes para crear nuevos negocios y hacerlos crecer. Las primeras formas de capitalismo y asociación empezaban a rodar.
Así que así empezó nuestro querido producto, basado en sus cualidades de resistencia para la gente trabajadora del campo, de la minería… de oficios duros y rudos.

En nuestra infancia (soy del 86) usábamos vaqueros de verdad también. Duros, de gramajes altos, con los que jugabas a fútbol en el patio o te ibas a la montaña, daba igual. Si se rompía, rodillera y a funcionar. La mayoría de ellos se producían en la provincia de Valencia. Éramos productores con un volumen nada despreciable. De hecho, si alguno pasa por la carretera de Benaguacil a Villamarchante encontrará la antigua fábrica de Lois.

La cuestión es que, con el outsourcing de los 90s y 2000s, las firmas de EE.UU y Europa trasladaron sus producciones a Asia y bajaron el nivel de calidad (tela y confección). El consumidor cada vez era más sensible al precio (cosa que casi siempre acarrea algo negativo), solicitaba prendas más confortables y quería ir a la moda. La duración ya no era un aspecto a tener en cuenta, el usuario no hacía labores de “campo”. Así es como poco a poco fue desapareciendo el Denim puro.

Sobre 2010 unas pocas marcas lideradas por apasionados en la materia empezaron a recuperar tímidamente el vaquero original con producciones medidas, patrones y telas como las originales.
Inventar un pantalón resistente, con tejido denim y con remaches de cobre en sus puntos de tensión. Así nació el jean, el vaquero de toda la vida. Esto ocurrió en 1872.

Para finalizar, 7 claves para los amantes verdaderos de los vaqueros:
- Se compran Row, en crudo, sin lavar.
- Los buenos vaqueros son más respetuosos con el medio ambiente ya que su tinte es natural (Indigo).
- Una vez los compras, los lavas lo menos posible y los usas lo máximo posible para que se vayan adaptando a tu cuerpo.
- Si los tienes que lavar, hazlo a mano con agua fría y déjalos secar sobre una toalla. Se hace de esta manera para evitar la pérdida de su color original tanto como sea posible.
- Su corte debe ser recto y no muy ceñidos.
- Si se rompen, como muestra de respeto, los tienes que llevar a reparar.
- Los japoneses son quienes más máquinas originales tienen para producir vaqueros.