‘Graffitear’ un edificio o una construcción deslucida para volverla a poner en el punto de mira, ¿una resurrección o un ataque a su identidad?
La intervención plástica sobre la arquitectura es tema de numerosos debates desde siempre, más todavía si se trata de una construcción antigua o al menos con algo de historia. Continuamente se hacen estas actuaciones artísticas sobre construcciones deslucidas por el paso del tiempo y buscando una clara llamada de atención al turismo, normalmente contratadas por ayuntamientos o instituciones.
Qué peliagudo es este tema. Por una parte podemos todos opinar, ¿por qué no? Darle un lavado de cara a una construcción totalmente desapercibida para que ahora se convierta en una obra de arte efímera. Y de paso, darle una mayor carga turística a la zona. Son sobretodo construcciones funcionales las que gozan de estas actuaciones como depósitos de agua, faros, puentes, presas…Muchas de estas obras son tan discretas, tan grises y tan solitarias que aunque pasemos a su lado cada día ni siquiera nos damos cuenta de que existen.
Pero, ¿realmente es necesario pintarlas y llenarlas de color para que tengan valor? ¿Todo es más ‘bonito’ si le ponemos un lazo? En mi sincera opinión, no.

Me apasionan las construcciones funcionales, son puramente sinceras en su materialidad. Se construyeron para cumplir un claro cometido y sus materiales fueron seleccionados óptimamente para soportarlo, como almacenar agua, tierra, electricidad, detener el paso o iluminar el mar. Creo que en su funcionalidad y la brutalidad de su labor está su belleza. ¿Creéis que estarían mejor los Silos de Vinival de Alboraya (Valencia) con un graffiti? Para mí eso sería un crimen, sinceramente, ya que esta construcción ya tiene suficiente valor y no necesita nada más.
Con esto no quiero decir que ninguna construcción no deba tocarse ni actualizarse con una acción artística. Tal como dijo el muralista mejicano Diego Rivera:
«Es importante comprender que una verdadera pintura mural es necesariamente una parte funcional de la vida del edificio»
Diego Rivera
Por eso es tan importante conocer qué es lo que el edificio necesita o se acople a su personalidad. Porque sí, para mí los edificios sí que tienen espíritu y deberíamos respetarlos. Revisar, conocer y estudiar cada caso en concreto es lo que nos ayudará a saber si debemos hacerle una actualización y cómo debería de ser esta. Algunas cuestiones como si minará su funcionalidad, el impacto visual del entorno, el presupuesto, la aceptación de los vecinos y la armonía del barrio son otras preguntas que deben plantearse antes de ponerse manos a la obra. Y si realmente, tras estudiar el caso vemos que puede funcionar, adelante con el mural.

Como buenos ejemplos de este tipo de arte, no puedo evitar recordar Los Cubos de la Memoria del artista vasco Agustín Ibarrola en la población de Llanes. La acción se realizó sobre los gigantescos bloques de hormigón de la escollera de defensa del puerto pesquero. Durante varios meses estuvo pintando estos bloques creando una obra tridimensional donde los paseantes pueden descubrir figuras más o menos orgánicas según el punto en el que se sitúen del puerto. Otro ejemplo es el graffiti sobre el Faro de Ajo en Cantabria por el muralista Okuda, la cual estuvo llena de polémica.

Dejar hablar al edificio y sentido común es lo que nos guiará a la hora de realizar cualquier intervención, ya sea artística, de restauración o de cualquier tipo.