Creo que es buen momento para aventurarme a decir que en estos tiempos ya casi todos tenemos cierto criterio estético y decorativo en el interiorismo.
Nuestro ojo bien entrenado tras ver una y otra vez imágenes en redes sociales, internet y las revistas de decoración nos ayuda a hacer un diagnóstico de aquello que es bello y equilibrado y de qué no lo es. Entendemos cómo funcionan los colores entre sí para crear armonía o contraste. Somos unos hachas en saber lo que nos gusta bonito. Esto no significa que todos ahora seamos interioristas o decoradores, simplemente que por fin tenemos el gusto un poco más fino.
Y hablando de los colores, por fin quedaron atrás los días del ‘todo blanco’, y muchísimo más atrás la moda de combinar fucsia, negro y gris de los 2000 (GRACIAS). Pero volviendo al color blanco, si bien es cierto que es un clásico y que nunca cometerás un error pintando tu casa de este color, por fin aparecen otros colores en la paleta decorativa.
Terracotas, rosas y ocres se empiezan a asomar por las casas que se atreven a ponérselos, y vaya si hacen bien.
Lo que veo son dos variantes cromáticas que están marcando la guía de las preferencias estéticas ahora mismo. La primera sería la gama de colores nude. Esta tendencia es aquella que utiliza tonos empolvados como los tierras, ocres, cremas y arenas, y suelen mimetizarse con materiales como el cristal, la madera, la loza, las fibras naturales y el barro. Se suelen aplicar en casas y edificios de un estilo constructivo orgánico, mediterráneo o en los pisos antiguos de techos altos y sus característicos y preciosos suelos hidráulicos. La norma que se suele regir con estos colores es poca ostentación, sencillez y minimalismo.
En esta estética me imagino suelos continuos de color rosado, muros de piedra y paredes terracota, pocos colores y baja intensidad en tonos. Grandes maceteros de barro soportan olivos y cítricos en un patio interior…
Y de aquí pasamos a su contrario, al cual le he puesto el nombre de exotic. Colores como el verde, coral, rosa y naranja cohesionan entre sí para dar lugar a auténticas explosiones de color. Cuando las paredes son así, se suelen asociar a materiales como la madera, la caña de bambú, las plantas, tibores chinos, estampados geométricos y sillas chippendale. Cuesta un poco más aplicar con sentido este estilo ya que normalmente lo solemos ver en casas emplazadas en sitios recónditos como Bali o Jamaica, pero eso no significa que debas echarte para atrás y no atreverte con este estilo, si te gusta.
La clave en utilizar estos colores está en aplicarlos en los espacios y habitaciones con mayor luminosidad, y desde luego no tener miedo de venirse arriba.
Añadiría sillas lacadas en negro brillante y tapizadas con un bonito estampado geométrico, y grandes maceteros verdes y azules con plantas de interior.
Dependiendo de cómo sean los colores de las paredes, te transmitirán emociones y sensaciones diferentes, pero lo más importante es que cuando entres a tu casa o local, mires al rincón que mires, te sientas representado e inspirado.