Nest Tulum

El paraíso sí existe.

Me va la selva, así como lo leéis. Me encanta sentir el aura salvaje, el verde de su frondosa vegetación, la humedad, el calor y esa sensación de calma absoluta que transmite estar rodeado de una naturaleza tan pura y tan densa.

Antes de la pandemia, cuando aún hacíamos planes… Tenía un viaje preparado como regalo por mi 30 cumpleaños. Nos íbamos a recorrer México y muchas zonas de las que había estado investigando desde hace tiempo y que me parecían maravillosas y perfectas para emprender nuestro viaje. Justo en esta búsqueda para mi viaje me topé con Nest Tulum.

Un complejo hotelero muy lejos de lo típico. Ubicado en la zona de Quintana Roo, Tulum. Conocida por sus maravillosas playas en la costa caribeña. Ciudad además, rodeada de templos aztecas y maravillas de su antigua cultura que hay que conocer por lo menos una vez en la vida.

Pero vayamos al grano. Este lugar mágico y de ensueño se cruzó en mi camino sin querer, mientras hacía un largo scroll en Instagram en búsqueda de lugares que visitar y donde hospedarme. En seguida me cautivó y captó mi atención… Me enamoré perdidamente de todo lo que vi en sus imágenes. Los tonos, la esencia, el concepto, todo. Supe que sería un destino en mi lista y que no podía ir a Tulum sin pisar semejante maravilla.

Y es que la decoración de este hotel te deja sin aliento. No exagero cuando os digo que dentro de su esencia salvaje se respira además un lujo indescriptible. Cada habitación y zona del complejo parece que haya sido creada exclusivamente para cada huésped. La intimidad de las habitaciones, su decoración y en general todo un conjunto de toques maestros hacen de este un lugar muy especial.

Rodeado de lo más natural, Nest Tulum se basa en la simplicidad para poder crear ambientes relajados donde la naturaleza inspire al visitante una calma absoluta. Habitaciones decoradas de la manera más auténtica posible. Con detalles aztecas, materiales nobles que nos transmiten la calidez de lo orgánico y una construcción típica de la zona y de los lugareños.

Os digo que, sin duda, este lugar no es una fantasía, es real. Cada habitación es un pequeño nido en el que sentirte a gusto y como en casa. Cada zona del hotel nos lleva a un perdernos en un mundo auténtico y sin comparación. Aunque no podamos echar a volar con rumbo al caribe Mexicano, sigo soñando con sus palmeras, sus tonos tierra y rodearme de lo más salvaje para pasar unos días de calma absoluta.

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