Las intolerancias alimentarias son reacciones no mediadas por el sistema inmunológico. Aparecen cuando nuestro organismo no es capaz de procesar y metabolizar ciertos compuestos de los alimentos. Las más comunes son intolerancia a la fructosa, lactosa, hidratos de carbono fermentables, sensibilidad al gluten no celiaca, histamina… Los síntomas son principalmente digestivos (nauseas, distensión, gases, diarreas, etc.) aparecen de manera paulatina a lo largo del día y son dependientes de la cantidad de alimentos que hayamos ingerido.

¿Qué es la fructosa?
La fructosa es un azúcar que se encuentra naturalmente en frutas, verduras, miel y también es añadido de manera artificial para edulcorar algunos alimentos ultraprocesados.
¿Qué es la intolerancia a la fructosa?
Es un trastorno por el cual una persona carece de la proteína necesaria para descomponer la fructosa. La absorción de la fructosa se produce en el intestino delgado y aquí es donde se encuentra el transportador de glucosa 5 (GLUT5), que es específico para la fructosa. Una vez se ha absorbido la fructosa, es transportada a la circulación sanguínea y después al hígado, donde se metabolizará.
También es conocida como malabsorción y es provocada por la pérdida de la integridad de la mucosa intestinal. Estas enfermedades, ya sea porque no se ha producido un diagnóstico, no se está realizando un tratamiento o bien, se está en una fase inicial de este, pueden presentar daño en la pared intestinal con lo que conduce a una disminución de la superficie de absorción.
No se debe confundir la malabsorción a la fructosa con la intolerancia hereditaria a la fructosa (IHF), ya que ésta es el resultado de una deficiencia o ausencia en la enzima hepática fructosa-1-fosfato aldolasa hepática (también conocida como aldolasa B). Se diagnostica durante los primeros años de vida.


Síntomas de malabsorción o intolerancia a la fructosa
Los principales síntomas se dan tras la ingesta de alimentos ricos en fructosa y son: distensión abdominal, dolor abdominal tipo cólico, flatulencias y gases, retortijones, ruidos intestinales, náuseas, vómitos, diarrea (suele ser explosiva), estreñimiento (menos frecuente), etc.
Si se mantiene esta situación a largo plazo, puede aparecer déficit de algunos micronutrientes, conducir a alteraciones en la microbiota intestinal, aumentar la permeabilidad intestinal y/o producir inflamación a nivel sistémico.
El tratamiento dietético va a ir enfocado a una pauta de alimentación donde se consuman alimentos con bajo contenido en fructosa, los alimentos con alto contenido estarán exentos y según se toleren se irán introduciendo de manera personalizada paulatinamente en la alimentación. En cuanto al diagnóstico, se pueden realizar diferentes pruebas en el digestivo: test de aliento, biopsia duodenal, test de pH en heces, analítica sanguínea, etc. aunque la más utilizada por ser poco invasiva, es el test de aliento de hidrógeno y metano aspirado, tras la toma de 25-50g de fructosa.